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miércoles, 14 de abril de 2010

Un mar de fueguitos

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos
un mar de fueguitos.


—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

"El mundo"
El libro de los abrazos, por Eduardo Galeano

Jueves 14 de abril. Como un buen día de otoño, amaneció frío y lluvioso. Y aunque el clima daba más para quedarse en casa y matear con tortas fritas, nos movilizamos igual. A pesar del frío y del viento, y hasta con el riesgo sobre nuestras cabezas de pescarnos un resfríado de esos que te tiran en la cama, salimos con el fueguito en nosotros...
La mañana empezó para muchos como todos los días. Levantarse temprano y a la escuela. Después de comprobar que la mayoría de los estudiantes se habían quedado en sus casas, más calentitos que nosotros, unos cuantos y unas cuantas nos juntamos, mates de por medio, en la sala de maestros y de profes para charlar y debatir de nuestros asuntos: que el sueldo no alcanza, que tengo que tomar más horas y que a ver que actividades podemos hacer en conjunto y todas esas cosas que hablamos los docentes. Después de todo eso, a participar de la asamblea en el Consejo General de Educación.
Y en esa asamblea cantamos, cantamos y también decidimos. Decidimos que no había lluvia ni viento, ni amenaza de resfrío que nos pare nuestras ganas locas de decir lo que pensamos, de que se escuche lo que sentimos. Y del feo y frío edificio del Consejo General de Educación marchamos con las gotas de lluvia en las caras, sintiendo más vida que nunca. La carpa del Circo K de la educación nuestro destino.
Y no faltaron los paraguas compartidos, y los mates para calentar el cuerpo. Por supuesto que los organizadores del Congreso "La Educación en el Bicentenario" nos nos recibieron. Recibirnos sería reconocer esa farsa que fue ocupar durante tres días la Escuela Normal de Paraná, adornarlas de flores, cortinas, acondicionadores de aire y alfombras, todos elementos necesarios para que un grupo de selectos "discuta" el rumbo de la educación en nuestra Argentina. Claro que consultarnos sería reordenar nuevamente las piezas en este serio juego de educar. Y está más que claro que quienes desde hace décadas gobiernan nuestro país no lo quieren hacer. Por eso ya es hora de patear el tablero, y que comience un nuevo juego, en serio.


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